Derribando Protocolos Trans
- Daniel Romero / Panda Sexual
- 12 oct 2016
- 3 Min. de lectura

¿Qué es el género? Es decir, sé que el género tiene una definición científica y
académica pero, ¿qué es en sí el género? ¿De qué puede estar construido un concepto
que pretende cuantificar que tan masculino o que tan femenina se es?
Sin duda, gran parte debe cimentarse en la estupidez humana. Pero más aún,
¿cómo puede ser este un referente para juzgar quien cabe o no dentro de constructos tan
frágiles y diluidos como lo son ser hombre o ser mujer?
Entonces, ¿cómo es posible hablar de protocolos o de normas básicas para la
atención de personas trans?, ¿cómo adecuar el género al cuerpo?, y más aún ¿cómo
instalar el chip binario?, ¿cómo hacer más hombre o más mujer a alguien que ya se
piensa, se sabe y se vive como tal?
Según Giraldo, se debe a que en nuestra cultura hay una fuerte insistencia en la
corporeización de los estereotipos de género. Ese conjunto de ideas simples, pero
fuertemente arraigadas en la conciencia, que escapan al control de la razón; y que
definen lo que es masculino o femenino en un contexto social determinado
Con base en lo mencionado anteriormente, hablar de transexualidad es hablar de
transgresión; es hablar de cómo los cuerpos, las identidades y la vivencia misma son
invadidas, y colonizadas a través de las ideas de gente que cree saber cómo deben vivir
los demás.
De esta manera, es gracioso como se han creado normas y estatutos para la
atención de personas trans basados en opiniones y disertaciones, de algunos que creen
tener autoridad académica para sugerirlas.
Trinidad Bergero escribe que, desde el enfoque sanitario de la clasificación de las
enfermedades, la transexualidad es considerada un trastorno mental, en la medida en que
produce un sufrimiento significativo y una desventaja adaptativa importante. El umbral
clínico se traspasa cuando la persona experimenta preocupación e incertidumbre por su
identidad de género, llegando en ocasiones a ser esta experiencia tan intensa que se
convierte en el aspecto central de la vida. Lo cual obstaculiza el logro de una identidad de
género libre de conflictos y en algunos casos, impide la normalización de la vida misma.
No tengo una referencia bibliográfica, tampoco sé quién habló de esto primero,
pero mi padre solía decir que: “En un mundo donde todos están mal y tú estás bien, tú
estás mal.”

Me parece indignante que, a las personas transexuales se les considere
trastornados mentales, sólo por estar en una sociedad que no comprende más allá de
binarios: una sociedad que odia y discrimina, una sociedad que prefiere poner el problema
siempre en el otro; que no cuenta con la capacidad de ver más allá de sus narices y
aceptar que necesita una transformación, porque ha quedado obsoleta en muchos
sentidos, para las personas que la habitan.
Resulta risible como se habla de incertidumbre por la identidad de género, cuando
sólo se nos ofrecen dos opciones limitadas para asumirla, y de ahí formar lo que se nos
permite y se nos exige, apegados a lo que se cree debería ser normal. Cómo puede ser
un ítem medible el sufrimiento y la desventaja adaptativa de las personas transexuales,
cuando estos dos factores son provocados por un medio ambiente que no ofrece libertad
para experienciar el cuerpo, y la identidad como se desea, y mucho menos cuando esto
contiene, también maneras nuevas de transitar por el género, cuestionándolo,
desgarrándolo, omitiéndolo, adaptándolo y censurándolo.
Si no deseamos una vida normalizada, puesto que la normalidad que nos ofrece
una sociedad poco flexible y poco interesada en la experiencia y vivencia de nuestros
cuerpos no nos acomoda, no nos es atractiva; qué hay si preferimos vivir, como diría
Miriam Muñoz: siendo unos out siders, viviendo como unos fugitivos del género, siendo
unos desobedientes de la norma.

De esta forma, los protocolos para la atención trans son una pequeña muestra de
cómo se utiliza la patologización de esta condición para adherir a estas personas a un
binario de género que no deja cabida para variantes.
La evaluación psiquiátrica, la hormonización, la prueba de vida y finalmente la
cirugía de órganos sexuales, sólo son herramientas que se ofrecen engañosamente para
cuadrar a las personas dentro de la heteronormatividad, para arreglar a estos fallos de la
matrix y volver, con algunos algoritmos, a que sean parte del sistema.
Es evidente que muchos, muchas, muches, tomarán esta opción, porque a veces
diluirse y camuflarse nuevamente en el todo, es más fácil y menos doloroso, que seguir
estando fuera y ser señalado.
A veces, cuestionarse y cuestionar lo que se nos ofrece, no es una opción. No
obstante la lucha por la libre expresión sexo-genérica nunca lo ha sido.
Daniel Romero
Intenso y romántico, indiscutible creyente de que "el amor es una puerta hacia vidas mejores." Gastrofílico y hedonista; siempre sabe apreciar una conversación amena y un buen cóctel en las rocas. Defensor fiel de la inclusión y amante incansable de la espontaneidad erótica.
Comments